Como madres, padres o profes, lo primero que tenemos que tener claro es que cada niño, nuestro hijo, nuestro alumno, es único, distinto y tiene unas necesidades y unos ritmos diferentes.
Partiendo de esa premisa, os ofrecemos hoy 10 tips que podemos aplicar en casa o en el aula de una manera sencilla, eso sí, adaptándolos siempre a nuestras circunstancias y a la peculiaridad y diversidad de nuestros peques:
1. Evitemos las comparaciones y el forzar a nuestro hijo a realizar tareas para las que todavía no está preparado. Haciendo ambas cosas solo conseguiremos generar frustración en él o ella.
2. Acompañemos al niño en dichas tareas. Ayudemos solo si nos lo pide, pero no hagamos las cosas por ellos. Ofreciendo confianza y seguridad crearemos un entorno apropiado para que poco a poco vayan logrando pequeñas metas. Aquí hace falta una dosis considerable de paciencia, pues pueden darse situaciones como, por ejemplo, que derrame un vaso de agua al intentar llevarlo a la mesa o al intentar beber solo.
3. Dirijámonos al peque con respeto y dignidad. Como hemos dicho en anteriores artículos, no es un adulto en desarrollo. Es una persona con todos sus derechos y necesidades.
4. Démosle opciones y responsabilidad para tomar decisiones (en lo que se pueda según su edad y desarrollo, por ejemplo, elegir la ropa o la fruta de la merienda). Que no hagan las cosas a nuestra manera en ciertas situaciones no quieren decir que no sea una forma válida. Respetemos su personalidad y su libertad. Si adquieren poco a poco responsabilidades también podrán ser más conscientes de las consecuencias de sus actos y de sus decisiones.
5. Reforcemos aquellos aspectos en los que nuestro hijo muestre interés o destreza. Reforcemos sus fortalezas y capacidades. Esto generará una buena autoestima en ellos, lo cual es positivo para su desarrollo.
6. Generemos un ambiente y un entorno adecuados para fomentar esa autonomía, siempre con seguridad. La comodidad y la seguridad son fundamentales para que se puedan desarrollar sin miedo ni peligros.
7. Evitemos la sobreprotección. Aunque nos cueste a veces, hemos de darles espacios de exploración y de experimentación. En nuestra mano y en nuestra responsabilidad está el poner límites (de forma afectuosa pero firme) y acompañar, supervisando que esa autonomía se adquiere de manera segura.
8. Los errores no son algo negativo. Son una fuente de aprendizaje y es así como debemos verlo y hacérselo ver. Dejemos que se equivoquen, que reparen el daño causado y acompañémosle en el proceso de ser conscientes de sus errores y de las consecuencias de estos.
9. El tiempo adquiere otra dimensión con nuestros peques. Anticipémonos, tengamos más margen de tiempo para hacer las cosas y, si es preciso, salgamos por ejemplo antes de casa para poder llegar a tiempo. Las prisas al final lo que consiguen es que perdamos la paciencia y que nos pille el toro, así que hemos de calcular siempre con suficiente margen siendo previsores y siendo conscientes de que ellos tienen otro concepto del tiempo.
10. Creemos espacios de silencio. Cuando les preguntemos, cuando estén decidiendo, cuando estén pensando. No nos apresuremos. Démosle tiempo para procesar sus ideas, para actuar y para asimilar. No lo hagamos por él.