Uno de mis primeros recuerdos con los pequeños como novedosa profesora Montessori es examinar con vivo y no vivo.
Era 2007 y yo era un de adentro Montessori en una pequeña escuela Montessori de solo una habitación cercada de naturaleza. Hemos efectuado muchas ocupaciones fundamentadas en la naturaleza, como jardinería y exploración al aire libre.
En vez de pasar el día sentado en la oficina todo el día como en mi trabajo previo, se encontraba parado, haciendo un trabajo con pequeños pequeños y explorando bastante la naturaleza. Verdaderamente pude presenciar las estaciones y los elementos.
De lo que me percaté en ese instante es que en ocasiones olvidamos la joya y la hermosura de la naturaleza hasta el momento en que observamos el planeta por medio de los ojos de un niño.
Como pasante de Montessori, tuve un consultor de campo que vino a mi clase tres ocasiones ese año para observarme en mi clase. Recuerdo que la primera oportunidad que mi asesor de campo vino a observarme en mi clase en 2007, se encontraba enseñando a un niño una lección sobre vivos y no vivos.
A lo largo de la lección, charlé con el niño sobre ciertos elementos, charlé sobre si estaban vivos o no y por qué razón. Tras agrupar ciertos elementos mucho más, di un paso atrás y dejé que prosiguiera clasificando elementos de manera sin dependencia.
Tomó un caparazón y lo puso bajo “vivo”. Más tarde, tomó un palo encontrado en la naturaleza y lo puso bajo “vivos”.
En vez de corregirlo, sencillamente observé y dejé que explorara y continuara con el negocio. Me percaté de que podía ver de qué manera un caparazón y un palo se ven “vivos” por el hecho de que surgen de la naturaleza. Además de esto, una vez una concha fue una parte de un animal pequeño, como un molusco, y un palo fue una parte de un árbol.
Después, mi asesor de campo me contó sobre ese instante y me aplaudió por ofrecer un paso atrás y no corregir al bebé. “Este es el corazón de Montessori”, me ha dicho, “y lo hiciste”.
Jamás voy a olvidar las primeras vivencias que tuve con vivo y no vivo y esa charla que tuve con mi asesor de campo.
Ahora, agregué una tercera categoría a la actividad: un signo de interrogación “?” para clasificar los elementos no nos encontramos seguros de si son vivos o no vivos
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Fuente: brightlittleowl.com
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